
El hipocampo y el aprendizaje
El razonamiento (lógico e intencional) debe ser consciente, por lo cual no puede acceder a aspectos subconscientes o inconscientes; pero, ello no implica que los mismos no existan ni que elementos no conscientes puedan interactuar con el razonamiento lógico al volverse conscientes. Esto es, los elementos no conscientes pueden ser convocados para una representación que, mediante una ventana de atención, sea analizada por la razón consciente.
Los planteos educativos suelen referir sólo al razonamiento consciente, por lo que es preciso revisarlos a fin de que tengan en cuenta estos procesos no conscientes. Como se analizará en detalle más adelante, ciertas funciones cerebrales se desarrollan en regiones diferenciales; así los estudios neurológicos indican que áreas cerebrales, como el hipocampo, están involucradas en la reconstrucción compleja y selectiva de los recuerdos y en una codificación especial para lograr dichas representaciones (Smith & Kosslyn, 2008). Asimismo, están ligadas a la actividad imaginativa, especialmente a proyecciones futuras (Maguire & Hassabis, 2011). Neurológicamente, memoria e imaginación se relacionan con el hipocampo y el sistema límbico en general. A partir de estos datos, cabría preguntarse: ¿se puede conocer sin la memoria? Y si la memoria parece estar relacionada, funcional y anatómicamente, con la imaginación: ¿se puede conocer (o aprender) sin imaginación?
La flexibilidad cognitiva, los desplazamientos espacio-temporales de la escena, la posibilidad de recombinar y el trabajo con elementos de la memoria, especialmente los involucrados en el descubrimiento y nuevos aprendizajes, se relacionan anatómicamente con la región del hipocampo (Bernardi et al, 2013); lugar donde se plantea que se localizaría la imaginación gnoseológica.
Además, esta región, asociada con el cerebelo, interviene en la formación de la memoria temporal (necesaria para la escenificación) y se relaciona con las predicciones espacio-temporales (Buckner, 2010; Onuki, Van Someren, De Zeeuw & van der Werf, 2015); se logra a través de una representación dinámica independiente de los datos, lo que le permitiría desplazarse (Kaag, 2008), pero no desconociéndolos sino tomándolos como referencia, con lo cual se alcanza mayor exactitud. El desarrollo en clase de la imaginación facilitaría el análisis multivariable en Matemática, Historia o espacios técnicos.
La Corteza Para-Hipocámpica (PHC) permite un aprendizaje basado en nuevas asociaciones, aun en patrones sin sentido lógico racional, como pueden ocurrir en los contextos naturales. Esto permite una evaluación eficiente del contexto y hasta imaginar soluciones a elementos contradictorios (Aminoff & Bar, 2006), dando apoyo directo a considerar la función relacional asignada a la imaginación gnoseológica; elementos que se utilizan en ecología o ciencias naturales.
Una investigación reciente sobre la memoria episódica-simulada (a partir de una narración, en vez de una vivencia), vincula neurológicamente la región del hipocampo con la integración de los recuerdos de “qué, dónde y cuándo” de forma concomitante, concluyendo que existe un sistema neuronal que controla y modifica los recuerdos en su contenido, representación espacial y tiempo (de Souza Silva et al., 2015), lo que implica una mayor importancia a la narrativa que a los detalles. De ser así, por un lado, se explicaría la razón de la eficiencia de las metáforas (Amparo & Uribe, 2007) y, por el otro, la escasa confiabilidad de los testimonios en cuanto a detalles.
Un problema común en los educandos es la deficiente comprensión de textos. El intento de reforzar el análisis de la literalidad -estrategia que aplican algunos docentes- desconoce que los procesos de análisis racional y de interpretación son muy distintos, hasta se producen en regiones cerebrales diferenciadas. De acuerdo con Li et al. (2014), la región comprendida por la unión témporo-parietal y la corteza prefrontal media está asociada al pensamiento consciente, a la capacidad de fantasear y a la comprensión literal de los mensajes, no así a su interpretación, la que se relaciona con el lóbulo límbico, región que también puede manejar incongruencias, situaciones condicionales, toma de perspectiva y decisiones pragmáticas. Todo esto no implica en modo alguno que una debiera prevalecer sobre la otra, sino complementarse mutuamente. En las escuelas se suele reforzar el pensamiento formal, dejando de lado el interpretativo-imaginativo y, como consecuencia biológica, se dificulta la interpretación de textos o situaciones[1].
En la misma línea, otros estudios han asociado a la empatía con la visión que tienen los individuos de sí mismos (Hassabis et al., 2014), la que se correlaciona con el estado de ánimo, el cual, a su vez, influye en la comprensión de los mensajes (Cheetham, Hänggi & Jancke, 2014). En esta se produce una construcción histórico-narrativa de la representación del texto, por lo cual trasciende lo temporal, dinámicamente, y se relaciona con la imaginación gnoseológica (Altmann et al., 2014). Estas historias narradas, cargadas con emotividad, como los cuentos, son fácilmente aprendidas, aportando conocimientos complejos y logrando los anclajes respectivos. Por ello, las personas de cualquier edad demandan este tipo de historias; lamentablemente es un recurso desaprovechado por la educación más allá del Nivel Inicial.
Desde la teoría de los rastros múltiples de la memoria (Hayes, Nadel & Ryan, 2007), se postula que el hipocampo tiene un rol fundamental tanto en el almacenamiento como en la evocación posterior de los recuerdos autobiográficos. Dicha región cerebral estaría relacionada con la memoria episódica, así como con la escenificación y el manejo de la misma. Existe, entonces, una red neural episódica (Hassabis & Maguire, 2007) asociada, la que permite imaginarse a uno mismo en otra configuración espacio-temporal; la memoria episódica y el pensamiento contrafactual se ubican funcionalmente en la zona del hipocampo (Hassabis, Kumaran & Maguire, 2007), el lóbulo temporal, la línea media y los lóbulos parietales laterales, ampliándose a la corteza prefrontal media y derecha, en el caso del pensamiento contrafactual (van Hoeck et al., 2013). A pesar de que este tipo de pensamiento es muy importante, es prácticamente inexplotado en el ámbito educativo, en el que se tiende a ejercitar más que a confrontar o a adoptar posturas empáticas.
¿Cómo seguimos pensando en una educación basada enla corteza prefrontal (CPF) cuando el aprendizaje tiene base en el hipocampo?